DANIEL GIRIBALDI

Milonga de Don Quijote


En un lugar de La Mancha,
de cuyo nombre no me quiero acordar,
un caballero -flaco, lungo y singular-
a fuerza de morfetear libros de caballería
llegó a revirarse un día
y ya colifa el cafaña
salió a imitar las hazañas
de los broli que leía.

Dispuesto pal entrevero
calzaba facón y lanza,
n gordinflón Sancho Panza
le servía de escudero;
tenía por parejero
un tungo bichoco y rante
sentido -pero de aguante-
y el de la triste figura
lo bautizó: Rocinante...

Muy pachorriento el baturro
Sancho Panza la vivía;
para él, que andaba en la vía,
lo del Quijote era un buen curro.
Al tranquito de su burro
siguió del otro el destino,
aconsejando con tino
al jockey de Rocinante,
como cuando en vez de un gigante
el loco chuceó un molino.

El colifa salió mormoso
del lance con el molino
pero, firme en su destino,
llegó con Sancho al Toboso.
Tras morfar se le hizo el oso
a la mina, con la idea
de que esa cantina rea
fuese un castillo, y la ñata
era más que una azafata:
la bacana Dulcinea.

Así fue ese vagabundo:
rayao, pero sin malicia,
la cinchó por ver justicia
y amor de nuevo en el mundo.
Quiso la paz, fue profundo
el fruto de su sesera,
una verdad que a cualquiera
le da de prepo la salsa
cuando deschaba: ¡qué falsa,
la realidad! -si es fulera-.

Cansao de tanta aventura
(jinete del desengaño)
volvió el Quijote a su caño
y se murió de amargura.
De su lanza y su armadura,
de su flete y de su espada,
hoy por hoy, no queda nada
(como no sea este poco):
la cordura de aquel loco
nos alivió la cinchada...



El consejo

Te manyo que vivìs a contramano,
que estás, por no yugar, siempre en la vía,
metido en una pilcha shomería
y hecho un croto cualunque, un cirujano..

Dale bola al laburo o al afano,
amurá el berretín: la poesía
nunca te hará morfar. Y es fulería
no acertar en la tecla...ni en el piano.-

Yo la oreja paré, me le hice el gilo
y le mangué una luca al taita viejo
que así me aconsejaba. ¡Estuvo un kilo

cuando batió que no tenia un tejo!
¡Andan sin diez gambetas en el grilo
y se largan igual a dar consejos!




El llamado


Hacía ganas de morir. Llovía.
No había adonde ir. Daba pavura
la noche afuera y en el alma oscura,
la lluvia que caía y que caía.

Un fanfa batiría: “la hice mía”.
Pero no. Me mojé con tu ternura.
Cebaste mate. En la catrera dura
me ayudaste a llegar al otro día.

¿Hoy? Quizá el balurdo ya no funque.
Tal vez sus mates con tu yerba cebe
un dorima tarúpido y cualunque.

Pero hace ganas de morir y llueve.
Y quiero estar con vos. Mi telefunque
es tres siete, dos siete, siete nueve.



Yo soy aquel


Yo soy aquel que ayer nomás batía
el verso mugre y la canción ranera.
El que casi amasija a una mechera
que el mate le cebó con agua fría.

El que quilombizó la taquería
la vez que cayó en cana en la tercera,
cuando escribió en una pared fulera:
¡Quevedo volverá! La Poesía...

El trompa y el peonacho de la rima,
el que apiló palabras a destajo,
el que en la viola fue bordona y prima.

Y al fin de su jornada de trabajo
siente que el mundo se le viene encima
y canta un mundo que se viene abajo.